martes, julio 17, 2007

No se desató la tormenta que temía... una diferente amenaza ahora



Esa mirada de complicidad me ardió como un jalón de orejas. No pude evitar buscarme problemas con mi madre, o inclusive provocar tu enojo, en contra de tu anticuada tía, así que sin dar lugar al arrepentimiento, me lancé al ruedo:

—Javier, no va a gustarte, pero tengo que decirlo. Y conste que no me escondo y lo hago frente a tu abuela.

Nadie mejor que mi madre para entender el daño que hace el consentimiento. Ella ha sufrido las consecuencias. Aunque tú, que no eres nada tonto, ya debes saber como funciona, la vida de cada uno de tus tíos. Así que aunque les pese, delante de ti le digo que debe abandonar esta actitud contigo y sobre todo, no hablarte de brechas generacionales, entre tu madre y tú.

Yo se que Sonia es inflexible, pero esa disciplina es necesaria, para saber hasta donde puedes llegar, sin descarriarte. Un día vendrá, en que habrás de agradecer los límites impuestos.

No se desató la tormenta que temía. No hubo gritos ni sombrerazos, sólo un silencio largo, largo, que dejé que corriera, sin pretender cortarlo antes de tiempo.

Esto no tendría que contártelo, tú fuiste parte y eres testigo, pero es necesario introducirlo como preámbulo de lo que bien importa:

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Mi corazón arde, no es amigo del silencio. Aún así este compás obligado por razones de salud lo ha mantenido cautivo.

La fecha del 25 de noviembre, cuando la violencia se desató para mantenerse después latente, no dejó sólo recuerdos.

Desde diciembre, los análisis mostraron que mi organismo perdió nuevamente el rumbo. La diabetes por herencia familiar, fue desde siempre una espada sobre mi cabeza, que tuvo al fin motivos suficientes para descargarse y no es eso lo peor, apenas a seis meses de inaugurado mi ingenio azucarero interior, el médico me atemoriza con amenazas de glaucoma.

El deterioro de mi vista ha sido tan veloz que aún no me acostumbro a cabalgar los lentes sobre mi nariz a toda hora del día, ni al uso de gotas para la presión ocular cada noche, y ya suspiro cada minuto por volver a mis horas de libertad ante la pantalla azul de mi computadora y sobre todo a la lectura de tu blog y a tu amorosa compañía.

Por si esto fuera poco, vuelve la ira para aposentarse en las calles de mi ciudad, para romper la delicada trama de esperanza que entre todos, con timidez, empezamos a restaurar a partir de diciembre.

¡Con cuanto amor retomamos la vida y con cuanta fuerza los vientos vandálicos vuelven a estremecernos! El futuro es incierto, pero el hoy cuenta y clama porque no abra la puerta a la caja de Pandora. Ya conocí su poder el pasado año, así que intentaré no desandar lo andado.

Para exorcizar a voluntad lo negativo, retomo nuestra historia donde antes la dejé y espero que nos mantenga unidos.

Gracias por leerme, tú das razón de ser a este blog